miércoles, 1 de abril de 2015

"Harley R." Patricia Sutherland



Para Abby nunca ha habido nadie más que Dakota, un motero con el que sueña despierta desde que iban al parvulario, pero ahora sabe que sus sueños nunca se harán realidad porque él no está enamorado de ella, sino de Tess, su hermana mayor.
Prendada de un hombre que el destino ha querido convertir en su cuñado, sintiéndose traicionada por su propia hermana y dolida con su familia que parece haberse puesto de su parte, Abby se precipita al vacío de la depresión, un abismo del que, haga lo haga, no consigue salir.
Cuando aquella mañana, sin saber cómo, amanece en la cama de Evel, el mejor amigo de Dakota, Abby comprende que ya no puede caer más bajo. Ha tocado fondo y aquello es el fin.
Pero todo fin lleva implícito otro principio.
Este nuevo comienzo la introducirá en el fascinante mundo de los amantes de las motos y el tuneo, donde descubrirá su auténtico talento, y allí, entre piezas de recambio y aceite para motores, tendrá la ocasión de conocer al verdadero Evel, un hombre afectuoso e intuitivo cuya generosidad marcará la vida de Abby de forma definitiva. 
Un hombre tan cautivador como precavido a la hora de entregar su corazón a una mujer con quien Abby descubrirá, en circunstancias difíciles, que tiene más cosas en común aparte de la pasión por el arte, las motos y el chocolate...

¡Cómo me ha gustado esta historia! 
De verdad que me ha parecido la caña. ¿Por qué?, os estaréis preguntando. La respuesta es simple: Evel.
Vale, no me ha gustado sólo por el protagonista, pero os aseguro que es de esos chicos de los que te enamoras sin remedio porque es encantador, atento, serio, comprensivo, está que quita el sentido, tiene moto (me pierden las motos… y los moteros), en resumen: es un amor de hombre.
Me ha gustado porque es una maravillosa historia de amor, una de esas que se cuece a fuego muy lento, sin prisa. Porque Patricia ha sabido marcar el ritmo adecuado para un romance que surge de manera inesperada después de un desengaño amoroso (tremendísimo, todo sea dicho de paso), y no podría haber sido de otra manera porque no habría resultado creíble. Pero de esta manera sí, porque Evel no es como el resto de los tíos que se acercan a Abby, porque muy poco a poco se va dando cuenta de que con él se siente a gusto, relajada, los problemas no desaparecen pero se hacen a un lado cuando él está cerca de ella…
Además, Abby ha sido todo un descubrimiento. Aún recuerdo lo mal que me cayó en “Princesa”, lo egoísta e infantil que me pareció con su obsesión por Dakota… Pero todo suceso tiene varias versiones y está claro que nadie había querido escuchar la de Abby hasta ahora. Cuando tiene el corazón destrozado y se siente traicionada por su propia hermana y ninguneada por su familia, que tampoco comprenden la intensidad de sus sentimientos y su dolor. Cuando su mundo se desmorona sin que ella pueda hacer nada para evitarlo, ni tiene fuerzas para intentarlo hasta que aparece en su vida Evel, el caballero de la brillante armadura.
Me ha encantado la forma en que todo ha ido surgiendo entre ellos, los desplantes primeros, las bromas de más tarde, las miradas, los silencios, la complicidad, los primeros roces, el primer beso… y sobre todo la ternura con que él la trata. La forma en que se dan espacio y tiempo el uno al otro. Porque ambos tiene un pasado, porque a los dos les han roto el corazón y aún les duele.

Con una pareja tan especial, tan maravillosa y con tanta química, se me va el santo al cielo y me estoy olvidando del resto de personajes, que son muchos y de lo más variado. Desde una dulce anciana que adora a su nieto, pasando por la temperamental matriarca de la familia Gibb, una alocada amiga que siempre está cuando se la necesita, moteros, mecánicos, un amigo calvo y lleno de tatuajes y una pareja de lujo: Dakota y Tess.
Y esto es algo que me encanta de Patricia, que no se limita a hacer un sencillo cameo con los protas de la anterior novela, no, ellos tienen también en esta historia sus pequeños momentos de gloria. Y mientras vas desgranado el nuevo romance, en este caso entre Abby y Evel,  conocemos de primera mano que pasa después del “fueron felices y comieron perdices” de Dakota y Tess. Y de verdad que ha sido estupendo, volver a disfrutar del irresistible, descarado y rebelde Dakota (sí, vale y de su chica también jejeje), más de un suspiro se me ha escapado mientras leía alguna escena que compartían los dos amigos. Menudo par, tan diferentes en su forma de ser a la vez tan similares en carácter.

Pero no todo han sido alegrías y buenos momentos, lo cierto es que la autora no se ha dejado ni una sola emoción fuera de la trama. Porque si hay momentos en los que ha logrado arrancarme sonrisas o suspiros, también los hubo que me pusieron nerviosa, que me angustiaron y hasta alguna lagrimilla me hicieron soltar, porque menudo susto… y no me olvido de los sofocos, porque madre mía, para habérselo tomado con calma, o será por eso, de qué manera han caldeado el ambiente estos dos. Porque ya lo he dicho, la química entre ellos es increíble y desde el primer roce ya saltaban chispas.

Tengo la sensación de que no he dicho todo lo que se podía decir de esta novela, que me dejo cosas importantes en el tintero, pero de todas formas la mejor manera de averiguarlo es leyéndola jejeje

Por último sólo diré una cosa: ¡Qué antojo de chocolate! ¡Madre míaaa!



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